
Desfile de leyendas
Los creadores la página web de cultura pop y moda Tom+Lorenzo nos descifran las referencias que están detrás de los elementos recurrentes del programa más queer del planeta, desde la biblioteca a la pasarela, pasando por los chulazos y los mensajes escritos con pintalabios en el espejo. Pero no hace falta haber visto Drag Race (¿a qué estás esperando?) para disfrutar de los momentos y las legendarias figuras del mundo drag que lo inspiran.
Como advierten sus autores, este es un libro para leer con una sola mano…, con la otra querrás buscar vídeos, canciones o más información en Google sobre los formidables personajes que desfilan por sus páginas. Asistimos a los disturbios de Stonewall de la mano de la mítica Marsha P. Johnson, la reina que paseaba por Nueva York con flores en el pelo, y de Stormé DeLarverie, el drag king que patrullaba Greenwich Village en traje de chaqueta. Escuchamos a Crystal LaBeija, fundadora y madre de la formidable Casa de LaBeija, alzar la voz para reivindicar la belleza negra en el certamen de Miss Gay America. Nos colamos en los salones de Harlem donde nació el vogue, el baile que popularizó Madonna, y en los clubs del Londres de los noventa con Leigh Bowery y sus looks imposibles. Todo ello con la música de The Rocky Horror Picture Show de fondo. Es la clase de historia que no te dieron en la escuela.
Traducción: Ana Pedrero Verge
Imagen de cubierta: Cheyne Gallarde, www.cheynerama.com
ISBN: 978-84-19362-01-8
320 pp., 13,5 x 21 cm
Rústica con solapas
PVP: 19,90 €
Colección: Plankton Press
«Adoro Desfile de leyendas no solo porque salgo yo, sino también porque es un entretenidísimo paseo por la historia de la televisión, el drag y la cultura queer».
Yekaterina Petrovna Zamolodchikova, también conocida como Katya
«Informativo, entretenido, melodramático, obsesivo y escrito a partes iguales con conocimiento e ingenio, este libro funciona como un archivo conmemorativo del drag».
Kirkus
A lo largo de la historia, las personas queer siempre han creado sus propios espacios, lugares en los que poder construir un sentimiento de comunidad, forjar alianzas, compartir el pan o pasar el rato alejadas de aquellos que no terminaban de entenderlas o que directamente querían hacerles daño. Sería maravilloso poder decir que todos ellos eran espacios «seguros», pero durante mucho tiempo y hasta hace relativamente poco, no había ningún lugar que fuera completamente seguro para una reina. Ni siquiera cuando la reina en cuestión solo quería salir a tomar una copa por su cumpleaños.